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RINCÓN POLIGLOTA

Leer En Los Cavernicolas

viernes, 6 de febrero de 2015

 A LA MEMORIA DE EMIRO ESPITALETA RAMOS
 "ÉL NO OÍA LA MUSICA SINO QUE LA ESCUCHABA"
«Los amigos son como las estrellas, cuando la noche es oscura, es cuando más brillan»
                                                                                                                       Jaime Otazú
             Por Rogelio España Vera
Emy, como todos le decían, había nacido en el Barrio de Getsemaní el 25 de Junio de 1.944. Hijo de Rubén Espitaleta Filgran con Rosa Helena Ramos. Su padre fue un liberal de izquierda y practicante de la masonería. La familia se traslada al Barrio Torices sector Loma del Diamante.  
Emiro estudia la primaria en el Colegio Francisco de Paula Santander del Barrio de San Diego y la secundaria en el Liceo de La Costa de Fernán Caballero Vives, quien fuera su profesor de Filosofía.  
En ese colegio, junto con su hermano Vidal (q. e. p. d), bioquímico y presidente de la Asociación de Investigadores de La Costa, conocieron al gran cantante cartagenero Jacky Carazo, quien interpretara muchos temas en el Afro Combo de Pete Vicentini, más especialmente «El Huevo», que ganara El Congo de Oro en el Carnaval de Barranquilla.  
Culminados sus estudios secundarios, se va a Medellín donde hace hasta el IV semestre de Ciencias Sociales en la Universidad de Antioquia, pero las constantes revueltas estudiantiles lo obligan a regresar a Cartagena, vinculándose entonces a la docencia en el municipio de Santa Catalina, pero por las frecuentes persecuciones politiqueras es trasladado a la Concentración Escolar de Enseñanza Media de Calamar, donde desarrolló una labor demasiado humana y pedagógica con la Juventud Calamarense.  
Emiro posteriormente culmina su licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Libre.  
Su hijo Emiro Rafael el día de su sepelio, dijo a los acompañantes, mientras la Naturaleza rociaba su tumba, que había sido un buen padre y un buen hermano y para quienes pudimos tratarlo, excelente amigo y, como profesor, sus obras hablan por sí solas.  
Como humano podríamos adaptarle la frase del comediante argentino Facundo Cabral, «no daba las sobras, sino lo que le hacía falta».  
Todos sabemos que era servicial como ninguno y el único que estaba pendiente de lo que nos pasara. 
A él le cabe justo y a la medida lo que dijo William Shakespeare, que, «una persona es grande cuando extiende su mano, cuando cierra su boca y abre su corazón, cuando su sensibilidad es tan grande como su tamaño, y es gigante cuando se interesa por los demás, y es enorme cuando vive de acuerdo con lo que dice, cuando trata con cariño y respeto».  
Ese era Emiro y, gracias a él pude entablar amistad con Adriano Barros, un profesor de Humanidades pensionado de la Universidad de Cartagena con una vasta cultura y entre los tres pasábamos horas en amenas conversaciones de Historia, Literatura, Filosofía y Música. 
Don Adriano, como así se le decía porque no llegó a tener título universitario, era hermano del más prolífico compositor de Colombia, José Benito Barros Palomino.  
Emiro Espitaleta aparte de ser gran docente, también fue gran investigador, tiene un trabajo sobre La Historia del Colegio de Calamar, donde trabajamos, inclusive yo le hice el prólogo y espero que las autoridades educativas de Calamar lo publiquen, para beneficio de la juventud estudiosa.  
Emiro como lo dice el investigador y pedagogo de la Universidad de Antioquia, Iván Bedoya, «no oía la música sino que la escuchaba», lo que es propio de los oídos finos, por eso estaba presente en casi todas las tertulias que yo organizaba y como todos los melómanos tenía sus predilecciones por El Benny Moré, La Sonora Matancera, la Billos Caracas Boys, Los Melódicos, las descargas de Palmieri y la música de Richie Ray.  
Te fuiste en ese viaje sin retorno ese 26 de noviembre de 2.014, pero dejaste huellas en el tiempo, porque te interesaste y entendiste a todos y observaste más allá del blanco y el negro pues pudiste ver todos los colores.

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