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RINCÓN POLIGLOTA

Leer En Los Cavernicolas

sábado, 5 de julio de 2014

LAS DIATRIBAS DE UN PESCADOR


EL PESCADOR DE CHAMBACÚ

                                           «Cuando los peces se retiren moriré»
                                                                                                                                                  Magalla
                 Juan V Gutiérrez Magallanes

Nunca comió un pez que él no hubiese pescado, decía que el pez que llevaba a su casa debía habérsele enfrentado en franca lid. Era una diatriba entre un hombre y un animal maquinando pensamientos universales, cada uno de los pensamientos guardaba una equidad entre la solidaridad y la justicia. 
En aquella confrontación el hombre sustraía pensamientos al pez. 
También los peces cavilan para enfrentar sus batallas contra diferentes enemigos en el mundo acuático, y algunas veces contra el hombre, otro animal de cuidado por la forma como piensa y algunas veces traiciona. 
Aquel pescador conocía los secretos de los peces, había convivido con algunos, solamente separado por una pared gruesa permitiéndole captar  vibraciones, en especial de  los sábalos. 
Describía el corazón de los sábalos como un motor con capacidad para albergar pensamientos de solidaridad,  era un ser que podía vivir tanto en  aguas saladas como las del océano Atlántico, o dulces como las del río Magdalena, en extensiones grandes como pequeñas. 
El hombre tenía argumentos para combatir a los pescadores de peces pequeños. Decía que a través de la lucha los pequeños engrandecían el orgullo, además los peces que se resistían al adversario, eran valerosos, podían albergar nobles sentimientos en el corazón. 
Sentía respeto por la naturaleza, por esto en su recámara, tenía un altar para rendir culto a los peces. Era un hombre sin miedo para ver a los animales de frente, entre estos no ubicaba a los hombres de mirar soslayado, a esos no los invitaba a compartir el pez, guardaba mucho respeto por los animales que habían sido nobles en la lucha por la vida. 
Para comerlos tenía una sabia explicación, él debía consumir la fuerza del animal,  los pensamientos de ellos los guardaba en el corazón. 
Toda su vida pescó con vara o cordel, por estos medios lograba conocer la nobleza del pez, la resistencia para mantener la vida.
Cuando vencía al pez en franca lid, lo miraba y lo llevaba a sus fosas nasales para sustraerle los pensamientos.
 
Argumentaba que el pez  que más se resistía era el Jurel, pero éste no era un pez inteligente, se extraviaba en los colores de las diferentes algas, lo que hacía fácil vencerlo si se tenía suficiente experiencia en su lidia. 
No logré entender por qué decía que el Mero, era uno de los peces más inteligentes, llegando a superar al Pargo, pez de zonas abisales donde se hace difícil atraparlo. 
Jamás combatió contra peces pequeños, los miraba con respeto. Buscaba al pez de pensamientos sabios. 
Acumuló muchos pensamientos de peces. 
Su niñez la pasó en uno de los compartimientos de las Bóvedas de Cartagena con la familia, de allí pasó a vivir en El  Boquetillo, donde aprendió los secretos más escondidos de los peces. Tenía  mayor estimación por el róbalo, sin demeritar el aprecio que sentía por el Mero y el sábalo. 
Más sin embargo,  un día al contemplar la tristeza y el llanto de los peces del Caño de Juan Angola sintió fuerte opresión en el pecho, se le rompieron las fibras cardíacas  para morir al  instante
Algunas personas han visto su figura de viejo pescador de atarrayas, vagando entre los mangles de Chambacú.
 
  

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