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RINCÓN POLIGLOTA

Leer En Los Cavernicolas

viernes, 4 de abril de 2014

El último poemario de José Ramón Mercado

PÁJARO AMARGO Y LAS CARTAS AL PADRE

«NO DERRAMARÉ UNA LÁGRIMA FRENTE Al RECUERDO»

Por Adalberto Bolaños Sandoval
La poesía de José Ramón Mercado Romero (1937-) recorre un largo camino desde 1970, cuando publica su primer libro, No sólo poemas, su penúltimo en 2.009 Tratado de soledad, más tarde su último poemario, Pájaro amargo, el número 13 en el 2013. 
El penúltimo, una especie de compendio en el que se cruzan sus preocupaciones iniciales: poesía del lugar, del espacio, de la familia, pero también una preocupación, social; cívica de alguna forma, política en otra; en fin, una acepción que conlleva una interpretación política, es decir, una estética crítica. 
Pájaro Amargo, su última producción poética, redefine su poética y la acerca aún a la poesía del linaje, un concepto muy aplicable a la poesía del Caribe, y aún más a poetas del Caribe colombiano, pues está íntegra, en parte, a la obra de Héctor Rojas Herazo, y mucho, en Raúl Gómez Jattin, Gabriel Ferrer y Jorge García Usta. 
La poesía de José Ramón revela una región, o una revisión neo regional del paisaje mediatizándola a través de una geopoética y con ella una estructura de sentimientos (Raymond Williams) y sentidos, conjugándose así una versión interpretativa del Caribe que, sin querer ser esencialista, se asume como una cosmovisión en la que se conjugan tres temáticas unidas indisolublemente: identidad, paisaje y memoria. Estas hablan de espacio, poder, escritura, historia. 
Los comienzos de la poesía de Mercado correspondían a una expresión de la época de los 70s y 80s y aun de los 90s: una poesía de carácter social, pero que incluye elementos metaliterarios, de autorreflexividad y cultura popular. No solo poemas (1970), El cielo que me tienes prometido, (1983), Agua de alondra, (1991), Retrato del guerrero, (1993), Árbol de levas, (1996), La noche del knock-out y otros cuentos, (1996). 
 Más tarde su poesía se ubica en una concepción en el que se cruzan elementos de carácter geocultural, constituyéndose en una geopoética: Agua del tiempo muerto, (1996), La casa entre los árboles, (2006), Los días de la ciudad, (2004), y Agua erótica, (2005), perfilándose en una poesía urbana y apocalíptica, y, en algunos momentos, de mirada optimista. Tratado de Soledad, (2009), se plantea como un cambio cosmovisivo y temático en el que las preocupaciones éticas y denuncias de la violencia colombiana durante los últimos 20 años condensan una reflexión sobre la justicia y la memoria traumatizada. 
Pájaro amargo (2013), representa un giro hermoso y filial, un giro en cuanto al concepto de poesía del linaje. De los 23 poemas seleccionados, tres no pertenecerían al género de la elegía paterna, pero no dudan en entrar en la poesía de la memoria. Un último texto híbrido, poema en prosa, prosa poética y ficcionalización, resume los otros 23: cartas al padre que trasuntan admiración y un ajuste de cuentas doloroso. Muchos de los textos habían aparecido en poemarios anteriores y más de la mitad fueron escogidos para esta edición. 
Pájaro amargo hace parte de una poética de la memoria familiar. Mirados hacia atrás, a partir del padre, muchos de los poemas apelan a la ficcionalización de puntos de vista autobiográficos, haciendo Mercado de lo íntimo algo público, de lo privado una presencia de los otros, «una intimidad pública», y configurando una autobiografía oblicua, mediante vivencias recreadas, autoficción, con un valor biográfico que busca la resignificación para que, como parte de la memoria individual se inserte en la cultura y darle unidad y continuidad narrativa. Somos narración, somos relatos, estamos constituidos de tiempo. Tiempo y relato nos imbrican. Se trata de refigurar, recontar, reficcionalizar. Mercado recurre a la elegía para narrarnos un sentir, una antropología del sí mismo y del otro en nosotros. Traza una especie de, en palabras de Roland Barthes, «biografemas», una especie «de arte de la memoria, de la muerte, de memento mori», del que ya no es. 
Existen varias características en Pájaro amargo: una carga afectiva y pasional en trance, de manera que el pasado se conjuga en el presente de la lectura, en el presente refigurado, tiempo de la verdad—estética—,de la memoria. Esta contención estética, esta poesía como arte mostrada mediante una alta carga de «puesta en obra de la verdad» (Heidegger) conviene en recordar «amargas mieles» (25) pero también la «mítica errancia» (33) del paso de un personaje que «tenía vocación de herrero de caballos»: /Luna arriba /Él era la raíz del mito la luz de la memoria» (36). Esta poesía de la mitificación guarda el equilibrio entre la rabia, el dolor y la pasión; se enmarca, entonces, en un proceso de solidez discursiva, macerada, cuyo sentido filial desaparece para ubicar al lector en un más allá artístico: no ya en una carta al padre kafkiano sino una poesía que universaliza el lamento, que retrata la memoria y evoca y busca no derramar una lágrima frente al recuerdo». (41).

LECTURAS MODERNAS