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RINCÓN POLIGLOTA

Leer En Los Cavernicolas

lunes, 18 de agosto de 2014

ROBIN WILLIAMS: ENTRE EL DRAMA Y LA COMEDIA

LA SOCIEDAD DE LOS POETAS MUERTOS 
«Vivid el momento. Coged las rosas mientras aún tengan color pues pronto se marchitarán. La medicina, la ingeniería, la arquitectura son trabajos que sirven para dignificar la vida pero es la poesía, los sentimientos, lo que nos mantiene vivos".
CARPE DIEM
Por Rafael E Yepes Blanquicett 

A Robin Williams siempre lo recordaré por su película más emblemática, la mejor de todas: «La sociedad de los poetas muertos». En este filme, ambientado en 1959, Robin interpreta a John Keating, un maestro de Literatura de la Academia Welton, el más prestigioso colegio privado del condado de Vermont, Virginia, Estados Unidos, donde Keating también hizo sus estudios secundarios. 
La Academia se caracterizaba por ser una institución muy exigente, tradicionalista y conservadora, cuya educación se basaba en cuatro principios: excelencia, tradición, honor y disciplina, y en donde, además, la separación entre estudiantes y docentes era mucho más acentuada que en otras. 
Keating encarnaba la antítesis del maestro tradicional, cumpliendo el papel de un docente que visualizaba la enseñanza de la Literatura de una forma diferente, rebelde, casi que revolucionaria, ya que promovía una interpretación de la Literatura, en especial de la poesía, totalmente contraria a la de los críticos literarios de la época, fundamentándose en principios como la libertad de interpretación, la exclusión del miedo y la creación sin ataduras ni reglas preestablecidas por los «doctos» de la Literatura. 
Siendo estudiante de la Academia, conformó, junto con otros compañeros que tenían sus mismos ideales de libertad, «La Sociedad de los Poetas Muertos», una especie de centro literario clandestino, ubicado en una cueva cercana a la institución, bien camuflada entre los matorrales del sector. Cuatro estudiantes de Keating descubrieron el lugar, reactivando las actividades como ocurrió en la época del distinguido profesor, volviéndose incondicionalmente leales a su maestro. 
La película empieza cuando los estudiantes esperaban al nuevo profesor de Literatura el primer día de clases. Al llegar, éste pidió que salieran del salón y en el pasillo señaló un poema que Walt Whitman dedicó al Presidente Abraham Lincoln: «Oh! Captain, my Captain» (¡Oh! capitán, mi capitán). De repente, mostró una orla de la primera generación de estudiantes, diciéndoles que ellos no entendieron el concepto del carpe diem y, que ahora, desde el más allá, piden a los nuevos estudiantes que no pierdan lo que no podrán volver a recuperar: el tiempo. 
Ya en el aula de clases, el profesor solicita que observen el gráfico de coordenadas que la introducción del libro utiliza para definir la poesía, que él lo califica como «basura» y, que arranquen esa página, pues su concepción de poesía es que no tiene estructura, ni normas. «Sólo crean y piensen en algo, denle el énfasis que necesitan y rompan esquemas», decía a sus muchachos, siguiendo los postulados de la libertad de creación. 
A partir de allí, las clases se convierten en un descubrimiento para los jóvenes adolescentes que miraban maravillados a su profesor de Literatura por haberles devuelto «la luz de la sabiduría». Es tal su fascinación y el gusto por la libertad, que le declaran la guerra a los cuatro principios del colegio, reemplazándolos por travesura, horror, decadencia y pereza, para vivir el carpe diem. 
Sin embargo, una pequeña infidencia de un estudiante a sus padres, que no veían con buenos ojos las actividades del profesor, revelándo lo que hacían en secreto en la cueva, permitió que los directivos se enteraran de la existencia de «La Sociedad», originándose un conflicto entre el maestro y la dirección de la Academia. 
El suicidio de dicho estudiante porque su padre no lo felicitó por haber participado en la obra dramática Sueño de una noche de verano, de William Shakespeare, le fue atribuido a su incomprensible progenitor, quien se defendió acusando al «revoltoso» profesor de Literatura, provocando la expulsión de Keating. 
Al pasar delante del pupitre vacío del difunto compañero, Todd, uno de los cuatro societarios, se levanta y manifiesta que los obligaron a firmar. Justo antes de que el profesor saliera, los jóvenes, uno a uno, comienzan a subirse sobre sus escritorios diciendo: «¡Oh! capitán, mi capitán». El incomprendido y acongojado profesor solo responde con un emocionado «gracias muchachos, gracias», en medio de los aplausos. 
Además de esta excelente película, Williams protagonizó también muchas otras entre el drama y la comedia, destacándose El hombre bicentenario, Jumanji, el Doctor de la risa, Patch Adams y la inolvidable serie de televisión que lo catapultó a la fama a finales de los años 70 y principios de los 80: Mork y Mindy.Paz en su tumba.



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